
Neruda tenía razón, después de todo, él ya había reivindicado la nobleza del bulbo, aderezo frugal de raíces milenarias. También terror de los niños y ahora más añorada por las mujeres que no se apoyaran en ella para llorar. La culpa es de las heladas dicen, de este invierno duro; mientras más cara, mas deseada, tal como lo capta la idea en las calles de la capital de Chile.